REFLEXIONES TRAS LOS ENCUENTROS CRÍTICOS

Comenzamos este proyecto con el objetivo inicial de generar un espacio de encuentro donde reflexionar acerca del impacto del malestar en la actividad cotidiana de profesionales en salud mental. En especial acerca del impacto del malestar institucional y cómo este atraviesa nuestras subjetividades y nuestro quehacer.

La revisión de literatura que hicimos para enmarcar teóricamente el proyecto nos dio un marco que, sin mucha dificultad, el devenir de los sucesos resquebrajó. Es cierto que el diálogo es un vehículo para canalizar y plasmar experiencias subjetivas como lo es el malestar, pero es cierto también que la teoría dice muchas cosas “bonitas” que en ocasiones repetimos porque suenan muy bien. Y por “muy bien” no nos referimos a que sean palabras rimbombantes, elocuentes y elegantes, sino que la teoría muchas veces marca un escenario idílico que, si bien no deja de lado la imprevisibilidad que trae consigo la práctica, pauta que es lo que se dice sobre algo. Es decir, establece un marco de pensamiento que puede llegar a limitar la acción o a invisibilizar aquello que pasa en los márgenes.

Creemos que es curioso como en el primer encuentro, donde participaron personas que han cursado un Posgrado en Salud Mental Colectiva, surgiesen tantas reflexiones críticas acerca del sistema de salud mental en el cual trabajan. Parecía que todas sabíamos qué andaba “mal” en nuestro servicio y cómo el sistema médico hegemónico se cuela en él para generar, reproducir y perpetuar esos modos de funcionamiento. Después de un primer encuentro, parecía que todas las presentes estábamos alineadas en una misma dirección: tomar acción y materializar el producto del espacio de diálogo en alguna propuesta que permitiera dirigir toda aquella frustración, malestar e impotencia hacia algo que pudiera generar algún cambio en los servicios en los que trabajamos.

Sin embargo, pensamos que alguna pieza no terminó de moverse en las participantes de los encuentros que las motivara a mantenerse constantes en su presencia en el espacio para poder generar las condiciones de posibilidad mínimas para que se pueda gestar una propuesta de acción. ¿Por qué? Creemos que es porque en el ámbito sociosanitario estamos muy acostumbradas a trabajar en un terreno perimetrado en el que se nos da poco margen para el cambio y el hacer diferente. Estamos acostumbradas a que nos digan qué, cómo, cuándo y dónde hacer nuestro trabajo, y en cuanto surge una propuesta de co-pensar y co-crear desde cero, puede sentirse como que no hay “nada” con que trabajar. Pero realmente es que no estamos acostumbradas a que nos “dejen hacer lo que proponemos”.

Cuestiones que también nos tocó revisar a nosotras como participantes y posibilitadoras de los encuentros, en tanto que habíamos generado un espacio que perpetuaba ciertas lógicas institucionales. Lógicas que tenían que ver con rehuir los posibles conflictos y perturbaciones que acontecen al poner en palabras cuestiones que nos atraviesan tales como el poder, la violencia, la burocratización de la vida. Lógicas que hacían que no nos pusiéramos en juego desde la herida.

Y es que, indiscutiblemente, la institución deja una profunda huella en las personas que formamos parte de ella. De alguna forma, ser un engranaje más de un sistema jerarquizado, burocrático y en ocasiones violento, deja marca. Tanto por una posible habituación e integración del mismo, como por el malestar fruto de formar parte de él. Pensamos que es precisamente este malestar el que puede posibilitar un movimiento hacia la transformación en la forma de acompañar a las personas en sus momentos de padecimiento, así como en la forma de entender el sufrimiento y su estrecha relación con los sistemas de dominación imperantes.

Todo ello nos lleva a pensar que esto genera una especie de paradoja. Por un lado, nos quejamos de todo lo que no está bien y del daño que determinadas maneras de entender la salud y la enfermedad, las jerarquías, el poder y la violencia producen en las personas con las que trabajamos y en nosotras mismas. Y por otro lado, no hacemos nada con ese conocimiento más que redundar en la queja y en la parálisis. Tal vez una manera de hacer frente a estas posturas contradictorias sería atravesar la incomodidad que nos genera. La incomodidad que sentimos frente a la violencia que vemos y reproducimos, pero sobre todo consentimos; la incomodidad de no saber qué hacer si perdemos o cambiamos de curro y la incomodidad de reconocernos como parte de un sistema obsoleto que opera a través de nosotras. Y, sobre todo, el reconocernos como conocedoras de esa falla de la matrix y aun así, no movilizarnos para hacer frente a esto y cambiar todo aquello que nos hace bulla.

Accompassia Associació

Asociación de acompañamiento terapéutico en salud mental.

Ofrecemos acompañamientos personalizados en casos de crisis, malestar emocional y mental, adaptación a nuevos contextos y cambios en la vida cotidiana.

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